después de mucho pensar y pensar y darle vueltas a la cosa, tomarse el trabajo de mirar infinitas revistas, vidrieras o etcéteras, subir y bajar por avenida belgrano y similares y/o consultar especialista, decidiste qué tipo de mueble es el que querés ahí.

encontrar a un carpintero puede parecer fácil, pero enganchar a uno que se tome el trabajo de venir a ver el ahí correspondiente y tomar medidas, es otro precio. ni hablar si el mueble que querés ahí es un mueble menor. la cosa con los carpinteros es más o menos como la lista de espera de transplantes: siempre hay uno que está peor que vos, que tiene muebles y/o necesidades más grandes, más plata, más ahís y por ende le toca primero.

muchos días, probablemente semanas más tarde el tipo viene, toma medidas y hace o interpreta los croquis más o menos felices que vos hiciste y perfeccionaste durante todos estos días o semanas y se va prometiéndote el presupuesto a más tardar para mañana.

con suerte una, o dos, más probablemente tres semanas después te ametralla con el presupuesto y un plazo que nadie se cree porque siempre va a ser de por lo menos 45 días más.

finalmente llega el Día del Mueble y llega el flete del que bajan cientos de maderitas, una manada de ayudantes y el carpintero estrella, que te dice que no te preocupes, que en un par de horas ese rompecabezas será tu mueble de ahí.

así como si nada, un par de horas se transforman en un par de días y, muchos clavos, tornillos y mucha pero mucha cola después, finalmente tu mueble de ahí queda casi casi como siempre lo soñaste.

un tiempo después decidís mudarte y por supuesto que te vas a llevar el mueble.

entonces viene la tropilla de la mudadora.

y con la mudadora viene el experto en desarmar muebles.

y con él, la tropilla de destripadores.

y en dos minutos tu mueble de ahí vuelve a ser una montaña de maderitas que, con mucha pero mucha suerte y viento a favor, volverá a ser un mueble más o menos como el de ahí.


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