anoche, padre e hijo avanzaban por una parte de la carretera en la que hay muertos pegados y huellas en bajorrelieves de cosas que otros sobrevivientes han despegado. el padre se enfermó pero después se curó y, justo cuando se les acabaron las latas de melocotones y el agua limpia, llegan a otra casa. los dejé justo antes de entrar, pero me temo que se viene otro acto de magia de la tele.
aparte. ayer estaba hablando con Samurai y llegamos a la conclusión de que hay un antes y un después de leer La carretera. después se te ocurren cosas aterradoras como que el peronismo es una avenida ancha llena de taxis, con perón a modo de obelisco en el medio, y todos los tacheros que ya conocemos puteando al monumento por estorbar.
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sábado, octubre 18
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